miércoles, 17 de febrero de 2021

“LAS HUELLAS DE SANTA TERESA”: MONASTERIO DE SANTA ANA DE VILLANUEVA DE LA JARA.


 1. Prólogo

   

Para situarnos, VILLANUEVA DE LA JARA es un municipio ubicado en la provincia de Cuenca, dentro de la comarca de la Manchuela, en la Comunidad de Castilla - La Mancha, entre el río Júcar y su afluente el Valdemembra. Esta villa recibió de los Reyes Católicos Privilegio, Fuero y Escudo Real. Sus alrededores ofrecen bellos paisajes de riberas, montes y llanuras iluminado de suave luz, y mira al Levante y a la extensa Castilla.

 
Entre los templos o monumentos religiosos que existen en la ciudad, destaca la basílica amurallada de Nuestra Señora de la Asunción, un bello ejemplo de mezcla de arquitectura gótica, renacentista y barroca; el convento de Santa Ana, la iglesia del Carmen de los carmelitas descalzos, y la ermita de San Antón.

01. Basílica de Nuestra Señora de la Asunción.

02. La iglesia del Carmen.

2. Fundación del convento de Villanueva de la Jara.

  • Presencia de la Eucaristía en la fundación de Villanueva de la Jara. 

La idea y la decisión de fundar nuevos conventos venía inspirada por o en la Eucaristía, así, cuando dudaba fundar el Convento de San José de Malagón, después de haber comulgado, en oración, “…entendí de nuestro Señor que se había de servir en aquella casa” (F. 9, 5). Por diversos inconvenientes se negaba la Santa a realizar la Fundación de la Concepción en Pastrana pero, ante el Santísimo Sacramento, pide luces para escribir lo conveniente manifestando la negativa… y el Señor le dijo que no dejara de ir, y así se realizó (F 17, 3ss.) Para la Fundación de Santa Ana en Villanueva de la Jara sucede que acabando un día de comulgar, el Señor le manifestó su voluntad de que así se hiciera (28,8 y ss.).

  • XIII de las fundaciones de Santa Teresa.

 
En Villanueva de la Jara, había nueve mujeres en la ermita de Santa Ana, las cuales llevaban una vida piadosa y para el pueblo digna de ser convertidas en Monasterio; así lo pidieron a Santa Teresa con mucha insistencia; ella tenía muchas razones para no aceptar, pero acabando un día de comulgar, el Señor le manifestó su voluntad de que así se hiciera, ella puso manos a la obra y se arrepintió de haber tenido en cuenta tantas razones humanas. (F 28, 15-16)

Un frío 21 de febrero de 1580, llegaron las monjas acompañadas por la Santa Madre y Ana de San Agustín a Villanueva de la Jara procedentes del convento de San José en Malagón, del que partieron un 13 del mismo mes, tal como reza en una lápida que existe en el zaguán de entrada al convento donde se encuentra la portería y el torno.

  


03. Lápida en el convento de San José en Malagón.

   Villanueva de la Jara fue la decimotercera de las fundaciones de Santa Teresa.

   En mi anterior “Huella” del convento de Malagón decía:”… Para mí, el inicio de cualquier historia que quiero acometer, me cuesta “Dios y ayuda”, pero en este caso lo tengo fácil, pues cuando fui a visitar el convento de San José en la ciudad de Villanueva de la Jara, en Cuenca, la madre tornera me regaló un libro titulado: VIDA DE ANA DE SAN AGUSTÍN. <LA VENERABLE DE LA MANCHA" del autor: Vicente Martínez-Blat, carmelita, en donde narra la “biografía histórica” y la “historia póstuma” de su Venerable madre: Ana de San Agustín...” Pues bien, en el libro se narra la entrada apoteósica de la las monjas cuando llegaron a Villanueva de la Jara, trascribiéndolo:

  •  La entrada apoteósica.

“… Todavía estaba la comitiva lejos de los arrabales de la villa, cuando oyeron el jubiloso repicar de unas campanas. Sospecharon lógicamente que, por ser domingo, estarían convocados a la misa mayor. Sin embargo, lo que estaba ocurriendo algo bien distinto: como el pueblo ya estaba avisado de su venida, tenía puestas centinelas en la torre de la parroquia para que atalayasen con todo cuidado; y estaban prevenidos de que, al instante que descubriesen los carruajes, volteasen tolas campanas. Eso era, pues, lo que pasaba. Las campanas seguían repicando cada vez con más fuerza... hasta que entraron en el pueblo la Madre y sus acompañantes. Entonces vieron cómo todos los vecinos, habiendo dejado sus casas, se atropellaban en las calles, llenos de gozo, porque querían ser los primeros en llegar a la presencia de la Fundadora. Recibió ésta en primer lugar a los alcaldes, a los regidores y a otras personas de distinción, que, obsequiosos, se adornaron con mil demostraciones de cortesía y agradecimiento por su venida.


Acabado estos saludos, llegó todo el tropel de hombres, mujeres y niños en desconcertado concurso, y cercaron los carros dando todos rienda suelta a su jolgorio. Lanzaban estruendosos vítores en son de triunfo y, puestos de rodillas, pedían a la Madre que les diese su bendición.

  • ­Santa Teresa y D. Miguel de Mondéjar.


Y la Madre no cesaba de impartir bendiciones a diestro y siniestro mientras iba camino de la iglesia. Sin embargo, dado que la comitiva había llegado muy temprano, no pudieron dirigirse inmediatamente a ella. Así que tuvieron que esperar en la casa de uno de los vecinos hasta la hora de la misa mayor. La casa era de Miguel de Mondéjar. Tenía éste tres hijas que presentó a su huésped, la cual, en un arranque inspirado, dijo:

- Estas tres hermanas entrarán monjas y profesarán en el convento que hemos venido a fundar.

El padre, que conocía a sus hijas mejor que nadie, se atrevió a discrepar objetando que, a su parecer, sólo la mayor de las tres podría ser que lo fuese. A lo cual replicó Teresa empleando un tono todavía más enfático:
-¿La mayor no más? Todas tres lo han de ser como lo he dicho; en esto no hay que dudar.

Don Miguel encajó esta categórica sentencia frunciendo el entrecejo. No obstante, enseguida, tanto para que sus huéspedes recibiesen una buena impresión del lugar, cuanto para que supieran qué terreno estaban pisando, decidió informarles acerca de la situación de la villa en todos sus aspectos: religioso, social y político.

Comenzó por este último. Villanueva de la Jara era del marquesado de Villena. Los Reyes católicos le dieron el título de villa en pago de sus luchas a favor de la reina Doña Isabel, alzándose contra el marqués de Villena. Tenía 800 vecinos, que daban unos tres mil pobladores. Había unas seiscientas casas generalmente regulares y algunas de muy buena construcción. Ostentaban magníficos techos de inmenso valor; los escudos de que adornaban sus fachadas hablaban de la nobleza de sus habitantes...

Teresa atendía a esta relación con escaso interés, puesto que las glorias pasadas, por muy altas que fueran, le atraían muy poco. Todo su afán se cifraba en averiguar la situación actual de la villa, sobre todo lo concerniente a su vida económica y religiosa. Es decir, que lo que realmente le importa era conocer de primera mano cómo podrían sustentarse sus monjas y qué clase de atención espiritual irían a recibir. A todo lo cual satisfizo don Miguel cumplidamente:

-Nuestra villa, reverenda madre, disfruta de bastante agua, hay muchos pozos, dulces y salobres, de que se sirven y abastecen los vecinos. Las cosechas principales son trigo, cebada, aceite y vino, del cual recogemos al año unas 50.000 arrobas. También tenemos, aunque en menor cantidad, patatas, así como otras hortalizas y legumbres. Hay ganados que comúnmente se diezman hasta 150 arrobas de lana. En los términos de la villa hay algunas casas de labradores para servicio de sus labranzas, y donde se recogen sus criados y bestias de labor. Eso, sí, nuestra industria es muy pobre, y se reduce a algunos telares caseros lana y lienzo para uso de las clases menesterosas.... No obstante, Madre, procuraremos por todos los medios que a sus monjas descalzas no les falte nada, igual que hemos hecho hasta la fecha con las buenas doncellas que estaban, y aún están recogidas donde va a hacerse la fundación.

Agradó, y no poco, a Teresa esta descripción tan minuciosa y documentada. Lo mismo le acaeció a Ana, pues desde el día en que la Madre le había dicho que pensaba nombrarla provisora de la nueva comunidad, se devanaba los sesos preguntándose qué milagros tendría que hacer para que nunca les faltase lo necesario a las religiosas. Con todo, lo que cautivó a ambas fue el tono tan afectuoso con que don Miguel se refirió a <<las buenas doncellas que están recogidas>>. Como la Madre supuso que su interlocutor debería conocerlas bien, le pidió tuviese la bondad de presentarle una sinopsis de los orígenes del beaterio. Don Miguel se apresuró a complacerla:

  •  Ermita de la gloriosa Santa Ana.


- Era, si mal no recuerdo, por el año l574. Hará, pues, de eso casi seis años. Había en este lugar cinco doncellas de 1o más principal de él, muy virtuosas y de grande ejemplo, gente sin malicia, aunque pobres, y hacían todos los posibles para recogerse debajo de obediencia. Cuatro de ellas eran hermanas, y otra hermana de sólo madre. Tenían un hermano clérigo, que trató de su deseo con el cura del lugar, entonces don Juan de Rojas. Concertó el cura que se recogiesen todas en una casa, que tenía junto a ella una ermita de la gloriosa santa Ana. Había fundado esta ermita un clérigo, llamado Diego de Guadalajara, natural de Zamora. Había sido fraile carmelita, el cual dejó en su testamento que de su hacienda se hiciese un convento de monjas. Con el consentimiento de los regidores, las cinco doncellas tomaron posesión del lugar que se les había asignado. Al poco les llegó la noticia de cómo vuestra merced andaba fundando unos conventos pobres dentro de la orden del Carmen. Juntóse a esto estar a cuatro leguas de este lugar el convento de los frailes de la madre Cardona. Comenzaron las doncellas a tratar con los frailes, y fue así cómo, gracias tanto al tesón de los frailes como de todo el pueblo, logramos que vuestra merced viniera a nuestra villa a fundar, como nuestro Señor nos lo ha concedido en este venturoso día...

  •  El carácter religioso de la villa.


Le pareció a Teresa muy sobrio y acertado el relato de don Miguel. Y, ya fuera porque se acercaba la hora de reemprender la marcha, ya porque temía que don Miguel, de seguir hablando, diera en excederse en sus elogios, le pidió que pasara a describir con cuatro pinceladas lo relativo al carácter religioso de la villa. Aquí don Miguel fue más conciso. Comenzó refiriéndose a la iglesia parroquial, cuya advocación era <<Nuestra Señora Santa María>>. Es un edificio suntuoso –dijo-, hasta el punto de poder asegurarse que es el mejor templo de toda la provincia. Hay cinco ermitas, entre ellas la de santa Ana, donde están, como ya he dicho, las doncellas esperándola. Existe también un monasterio de frailes franciscos, que nuevamente edifican ahora, en el cual habitan hasta diez o doce frailes; son alcantarinos...­

  • Pedro de Alcántara

Al oír este nombre, a Teresa se le iluminó el rostro, y no requirió más explicaciones. Como un relámpago, pasó por su mente la figura de aquel fraile enjuto, Pedro de Alcántara, santo asceta que, en expresión suya, parecía estar hecho de raíces de árboles, y que la había dirigido tan sabiamente en los inicios de su Reforma. Por eso, al persuadirse de que, aparte de los descalzos de La Roda, los frailes alcantarinos serían de gran ayuda espiritual para las monjas, se sintió íntimamente reconfortada.

  • ­ El Santísimo Sacramento y la procesión

Paladeando tan gustosos pensamientos, reanudaron el camino, pues ya era hora de la misa mayor. Muchos niños se arremolinaron en torno a la Madre y, descaperuzados a pesar del frío, se pusieron delante de ella para conducirla a la iglesia. Ya en el atrio, que era muy espacioso, se desmontaron de los carros. Allí estaba el venerable Cabildo Eclesiástico con sobrepellices, y el cura revestido con capa, y una cruz en sus manos. Llegó la Fundadora y, puesta de rodillas, la adoró y la besó, haciendo lo mismo cada una de las religiosas.

Una vez en el templo, se comenzó el Te Deum, alternando un verso la capilla y otro el órgano. Acabado el canto, pusieron el Santísimo Sacramento en unas andas para la procesión, y una imagen de la Virgen en otra; precedían una cruz y varios pendones. A continuación desfilaban todas las cofradías de la villa.

Las monjas, con sus capas blancas y velos delante del rostro, iban cabe el Santísimo Sacramento en el lugar preferente. Junto a ellas, los frailes descalzos, que habían venido numerosos de La Roda; así como los alcantarinos, y hasta un fraile dominico, Que se hallaba solo en el lugar. La vista del hábito blanquinegro (que le recordaba a sus amigos García de Toledo, Pedro Ibáñez, Fernández, Báñez, etc.) dio gran contento a Teresa. Las calles esteban muy bien aderezadas como si fuese el día del Corpus. Había muchos altares a lo largo del trayecto, y ante ellos la procesión se detenía entonando cantos eucarísticos y otros alusivos a la orden del Carmen.

  • El milagro


Caminaba Ana muy devota y recogida junto a la Madre, aunque no tanto que no echara de ver con sus propios ojos, y sumamente admirada, un extraño fenómeno: desde el Santísimo Sacramento a la Madre iba y venía un Niño Jesús hermosísimo. Le pareció a Ana que era el que les habían dado los frailes de El Socorro. Este Niño hablaba con la Madre y mostraba gran alegría en el rostro. Se imaginó Ana que daba tales muestras de alegría porque gustaba mucho se hiciese aquel convento; por eso, también vio que el Niño iba dando a las monjas la bendición con su santa mano como agradeciéndoles que vinieran a fundar. Esto sucedió todo el tiempo que duró la procesión hasta que entraron en la casa, que allí desapareció.

Entretanto, Teresa caminaba cabizbaja, presa de emociones contradictorias. De una parte exultaba de gozo al ver la gran honra que se tributara al hábito de la Virgen y cómo, a causa del gran Dios que llevaban presente, se hacía tanto caso de siete pobrecillas; de otra parte consideraba y le hacía harta confusión el pensar que ella iba entre aquellas gentes tan honradas, y cómo, si se hubiera que hacer como su vida merecía, todos tendrían que volverse contra su persona. Tan absorta iba con estos y otros pensamientos que no se percató de que la procesión se estaba deshaciendo, pues ya habían llegado a la ermita.
Volvió, pues, en sí. Y entonces, ya fuera de su ensimismamiento lo, primero que se le ofreció a la vista fue un grupito de nueve doncellas que, desde lejos, la miraban de hito en hito como no dando crédito a sus ojos: ¡frente por frente tenían en visión real, no imaginaria, a la auténtica madre Teresa, a la célebre fundadora de las Descalzas!

 

04. Lápida conmemorativa, en la fachada del convento,  de la llegada a Villanueva de la Jara de Santa Teresa De Jesús el 21 de febrero de 1580.


3. El convento de San Ana en la actualidad.

 

El convento ocupa en la actualidad una parcela de 5.751 m2, con una superficie construida de 1.808 m2, entre edificios de uso religioso (1.527m2) y almacenes (281 m2) (datos del Catastro).



 05.Parcela que ocupa el convento de San Ana en pleno casco urbano de Villanueva de la Jara.

    ­Los exteriores del convento

 

En una de sus fachadas laterales se encuentra el único acceso a la zona conventual, a través de una sencilla puerta bajo un arco de medio punto de piedra enmarcado por una moldura a modo de dintel sobre la cual una especie de hornacina cuadrada guarda un conjunto de azulejos pintados que recrean una escena de la vida de Santa Teresa, y en lo alto del conjunto el escudo de la orden carmelitana tallado en piedra.


06. Puerta de acceso a la zona conventual en la fachada lateral.

Similar, aunque no tan sobria y de mayores proporciones, es la portada de la iglesia, que repite el esquema compositivo, al que añade elementos decorativos como por ejemplo las pilastras y molduras que rodean la puerta y los motivos vegetales, triunfales y de ángeles que adornan el escudo de la orden. 

07. Puerta de acceso a la iglesia conventual en la fachada principal.


08. Jardincillo rodeado por un murete de piedra, en la fachada principal del convento.



09. Fachada lateral calle de Santa Teresa. Se aprecia la puerta de entrada a la zona conventual y el murete de piedra del jardín exterior.

 

    El interior del convento


  • El claustro

Se desarrolla en dos plantas y sus dependencias se articulan en torno a un claustro central. El cuerpo inferior de este claustro lo forma un pórtico de pilares de ladrillo macizo tosco,  y el superior presenta una balaustrada, con pies derechos, vigas y zapatas de madera, abriéndose la galería al centro del patio. Toda la viguería de los forjados y de las cubiertas es de madera y los suelos de baldosa de barro cocido.

 


10. Patio y claustro del convento, con el pozo donde quedó lastimada Santa Teresa al resbalársele al albañil un torno de madera.


11. Pozo con pilón anexo en el patio central del claustro  donde se lastimó el brazo Santa Teresa. 


12. Pasillos interiores que circundan el claustro superior.

  • La campana

En la fotografía se puede observar la campana que  está ubicada en el patio del claustro, y que se usa para llamar a la comunidad por parte de la hermana que esté encargada de tal menester;   p.e.j. al rezo de las horas canónigas a lo largo del día, ”Mayores” (Maitines, Laudes y Vísperas) o “Menores” (Tercia, Sexta, Nona y Completas), o al rezo del Ángelus, a la celebración de la Santa Misa…, pero también para llamarlas a nivel personal,  pues cada hermana en función de su antigüedad en el convento  tiene un numero de toques. Este mismo orden de antigüedad las sitúan, p.e.j.,  a la hora de ocupar los asientos en el coro. 

  


13. La campana en patio del claustro para llamar a la comunidad.

  • Un austero refectorio

El refectorio, sala donde se realizan las comidas de la comunidad, está formada por una habitación de planta rectangular, pavimentada con baldosas de barro cocido y forjado de techo compuesto por bovedillas y vigas de madera sobre arcos de medio punto. En esta sala una de las monjas, siguiendo lo prescrito  en la Regla,  lee al resto de la comunidad,  mientras comen en silencio, algún texto espiritual: La Regla misma, las Constituciones, el Martirologio Romano, etc.

En la fotografía del refectorio  se puede observar el cumplimiento de la Regla, pues no está permitido el uso de manteles, como un signo de austeridad. Las vasijas son sencillas, sobresaliendo la limpieza en toda la sala, que indica “decencia, devoción, y aseo” dada la condición de religiosas. Es de suponer que la entrada al refectorio se hace desde el claustro y enfrente a ella estará situado el lavatorio, una estructura techada que contiene una fuente de agua donde las monjas pueden lavarse antes de entrar. Una ventana o puerta comunicará el refectorio con la cocina, permitiendo el paso de la comida y los platos a través de ella.

14.  El refectorio.

 

  • ­ La iglesia del convento.

 

El interior la iglesia es de planta rectangular de una sola nave cubierta con una bóveda oculta por un techo de artesonado típico tanto de la arquitectura mudéjar como de la renacentista, que se repite sobre la zona del altar mayor en forma de cúpula rebajada y octogonal. 


15. Nave central, al fondo el presbiterio y el retablo mayor, y en los laterales los retablos menores. A la izquierda se observa el vestíbulo de entrada (cortavientos) a la iglesia, así como el artesonado mudéjar en la cubierta y la cúpula octogonal rebajada sobre el altar mayor.

  

16. Tramo central de la nave de la iglesia. Al fondo, en el altar mayor,  el retablo renacentista,  y en los laterales de la nave, los retablos menores.

17. Retablo renacentista tallado en madera pintada con oro.

Este retablo está formado por: Una calle central y dos laterales separadas por entrecalles con columnas de orden clásico; una “casa”, un primer y segundo piso y un ático. En la parte central de la “casa” se encuentra el Sagrario, y en los laterales sendos cuadros con la imagen de Santa Teresa (izq.) y del profeta Elías (der). En la calle central en el primer piso, la talla  de Santa Ana (patrona del convento) con la Virgen María niña,  al fondo una pintura con angelitos alrededor de las imágenes. En la calle latera derecha,  una talla de San Juan de la Cruz,  y en la izquierda,  otra de Santa Teresa de Jesús. En el segundo piso,  un cuadro con una escena del Calvario: Cristo crucificado, La Virgen María y San Juan al pie de la cruz. El ático del retablo está rematado por un escudo de la orden.

En las pechinas de la cúpula se puede observar los escudos de la orden carmelitana: La cruz de Cristo sobre el monte Carmelo y tres estrellas sobre los colores marrón y blanco. 

 

18. Tramo central de la nave de la iglesia. Al fondo el sepulcro de la venerable Ana de San Agustín y la reja de clausura del coro superior. 


19. Sepulcro de la venerable Ana de San Agustín. 

  


20. Presbiterio, a la derecha la reja de clausura del coro inferior. 

   Además del retablo del altar mayor, la iglesia posee tres bellos retablos menores:



 21. Retablo menor con la figura de San José en el piso primero calle central y pinturas de la Santa Madre en las calles laterales; el bautismo de Jesús en el Jordán en el piso segundo, y en el ático el escudo de la orden carmelitana.


  22. Retablo menor con la imagen de la Virgen del Carmen en el piso primero, calle central, y pinturas de la Santa Madre en las calles laterales; cuadro donde se ve a Santa Teresa proteger a las hermanas del convento, y en el ático el escudo de la orden carmelitana. 
 

23. Imagen del Niño Jesús de Praga en un lateral de la nave de la iglesia.



24. Coro alto.




25. Zaguán de entrada a la zona conventual. A la izquierda el torno;  en los paramentos verticales,  el escudo de la orden, y un óleo con Santa Teresa.


4. La presencia de Santa Teresa en el núcleo urbano de Villanueva de la Jara.

   En la ciudad existen varios puntos que recuerdan de una manera especial a Santa Teresa: la Basílica amurallada de Nuestra Señora de la Asunción, un bello ejemplo de mezcla de arquitectura gótica, renacentista y barroca y la iglesia del Carmen de los carmelitas descalzos.


Basílica amurallada de Nuestra Señora de la Asunción

 



26. Recinto amurallado de la Basílica de Ntra. Señora de la Asunción.

 


27. Basílica de Ntra. Señora de la Asunción.




28. Interior nave central.




29. Capilla de la Virgen del Rosario. En su cúpula,  exuberante decoración de yesería y escayola. 

 

­         Iglesia del Carmen de los carmelitas descalzos


Fue un convento del que hoy día tan solo se conserva la iglesia con una “arquitectura carmelitana”, obra de Fray Alberto de la Madre de Dios.






30. Iglesia del Carmen.




31. Interior de la nave central de la Iglesia del Carmen.

 


32. Retablo en el altar mayor. En el centro una hornacina con la imagen de la  Virgen de las Nieves, patrona de Villanueva de la Jara desde 1508.



 

33. Capillas laterales en la nave central de la iglesia.




34.

 

 Jaén, a 17 de febrero de 2021



Bibliografía:

  • Antonio Aranda Calvo, sacerdote de la Diócesis de Jaén «…Presencia de la Eucaristía en las fundaciones llevadas a cabo por Santa Teresa...»
  • ­ Vida de Ana de San Agustín. <La Venerable de La Mancha" del autor: Vicente Martínez-Blat, carmelita.
  • ­ Vídeo : Espejos de España, Las fundaciones de Teresa de Jesús
  • ­ Miguel Mesa Molinos: Textos, fotografías, diapositivas y maquetación.