1. Prólogo
Un
amigo mío, Julián Luis Medina, pintor autodidacta y realista,
nacido en Puebla del Príncipe (Ciudad Real), en donde reside, al que dediqué
una publicación en mi blog: UNA
“MATRIOSHKA” EN VILLANUEVA DE LOS INFANTES, en plena pandemia, tuvo a bien
plasmar en un gran mural (Utilizado como soporte el cerramiento de la antigua fábrica de
harinas de su pueblo), el lavadero público que allí existió. Como unas imágenes
valen más que mil palabras, os dejo constancia de esta obra pictórica:
03_Mural del lavadero
público que hubo en
Puebla del Príncipe.
El artista ha sabido plasmar, magistralmente, una estampa cotidiana en el lavadero: Unas
mujeres de rodillas restregando la ropa sobre las losas del pilón del agua;
otra, con la canasta de ropa ya lavada de regreso a su casa para volver al día
siguiente; en el prado, sobre la hierba y los cambrones, la ropa tendida al sol…
La contemplación de esta obra me dio pie a retomar un viejo proyecto que
tenía en mente desde el año 2010 cuando inicié mi página web. El proyecto en cuestión,
consistía en documentar la diversidad de `lavaderos
públicos´ que existen en las aldeas de la sierra de Segura, sobre todo en
el entorno del territorio de Segura.
Puestos manos a la obra, he dividido el trabajo en dos partes. La primera,
recoge algunos de los lavaderos de las aldeas y demás poblaciones del valle del
Guadalimar: Orcera, Benatae, Siles, Torres de Albanchez, La Puerta… y la segunda,
los correspondientes al valle del Trujala: Las aldeas de Valdemarín, La
Espinarea, Cortijos Nuevos, El Ojuelo, El Robledo, El Carrasco, Rihornos,
Trujala y Segura, entre otros.
Estudiaremos su ubicación,
detalles de su construcción, así como los avatares que padecían día a día las mujeres
que iban allí a lavar, bien por cuenta propia, o bien, por cuenta de otras
personas adineradas que se lo podían permitir.
Esperemos
que en esta nueva aventura en la que nos embarcamos, seamos capaces de llevarla
a buen término.
Transcribo la introducción de un estudio: ``El lavadero público en Murcia. Aportación al conocimiento de la arquitectura del agua´´ de José Antonio Melgares Guerrero. Servicio de Patrimonio Histórico, que creo a mi entender que explica de manera meridiana la pregunta del enunciado.
“…El lavadero, como unidad antropológica nace como respuesta a una necesidad doméstica ancestral vinculada al sexo femenino, y viene a ser una prolongación de uso común, del espacio familiar individual.
El lavado de la ropa que constituye el ajuar de la familia, tanto la de uso común como la propia de cada individuo, se manifestó como necesidad perentoria y periódica desde que el hombre comenzó a cubrir su cuerpo con tejido de fibra, y las ofertas y costumbres higiénicas fueron en aumento. Fue a partir de entonces cuando la mujer buscó corrientes de agua cercanas al lugar de residencia, y suficientemente alejadas de sitios de abastecimiento humano y animal, para lavar (a base de procedimientos diversos según las épocas), las ropas de uso de la unidad familiar.
Lo que originariamente debió ser un lugar simplemente protegido de los rigores climáticos, elegido por observación y consejo entre las mujeres de una pequeña sociedad tribal, utilizando el paso continuo o periódico de agua de un sitio a otro y piedras planas proporcionadas por la propia naturaleza para frotar las prendas y arrancarles de este modo la suciedad, fue convirtiéndose por uso y costumbre en sitio tenido en cuenta por las autoridades locales y protegido posteriormente incluso por ordenanzas que regularon su uso y salvaguardaron de algún modo la intimidad del lugar.
La exclusividad en la asistencia al sitio en cuestión, por parte de la mujer, confiere al lavadero la característica de ser espacio y punto de encuentro femenino. Lugar de flujo y transmisión de información sobre aspectos de la comunidad en que transcurre su vida.
Antiguamente,
se consideraba espacio donde la mujer contaba con menor presión social y
familiar y, por tanto, muy propicio para el encuentro entre géneros. Se ha dado
el caso, en tiempos recientes, en lugares tan alejados geográficamente como
Marruecos, la Comarca de los Vélez en Almería, y el valle de Ricote, que, una
vez instalada el agua corriente domiciliaria en el pueblo, determinarse por el
ayuntamiento prescindir del lavadero público y utilizar el solar para otros
usos. En todos los casos (representativos de otros muchos), la negativa de las
mujeres del lugar fue unánime, aun no asistiendo al mismo con la asiduidad de
antaño.
Dos notas
también características del lavadero público local: al mismo no sólo asistían
mujeres a lavar su propia ropa y la de su familia, sino otras asalariadas de
casas adineradas, nobles e hidalgas que eran respetadas por el resto de las
compañeras por su vinculación a la élite social.
La
exhibición de telas y vestidos, a veces de importación y por tanto poco
conocidos para el resto de las allí presentes, constituía motivo de admiración y
comentario para el conjunto. Asimismo, en el lavadero había un código de
entendimiento tácito por el cual cada una de las usuarias sabía dónde debía
ponerse en cada momento del proceso del lavado. Había sitios para el
enjabonado, para un primer aclarado y para el apurado, evitando así molestias a
las vecinas por razones obvias...”
Retomando el mural de Julián, decíamos que el artista había sabido plasmar en él una estampa cotidiana en el lavadero, escena esta, que al día de hoy y gracias a Dios, ya no se ve, aunque muchas de las protagonistas, ya con sus años, viven aún en pueblos y aldeas de nuestra sierra.
Para saber de primera mano cómo era ese día a día, he podido hablar con
dos personas que lo vivieron, una, mi
vecina Julia en Segura de la Sierra, y
otra, una buen amiga mía, Paca, vecina de Villamanrique en pleno Campo de
Montiel.
3.1.
Conversaciones con mi vecina Julia.
Puestos manos a la obra, fui
a casa de mi vecina Julia en el barrio de la Puerta de Orcera en Segura de la
Sierra, mujer muy respetada y trabajadora, donde las haya, aunque los años no
pasan en balde y ahora se encuentra un poco fastidiada. Le pregunté si había
lavado en Góntar (así se llama el lavadero de Segura), poniéndome una cara que
para mí quedó, pues le vinieron muchos
recuerdos desde su niñez, de mozuela y después de casada, con sus cuatro hijos que sacó adelante; me habló del frío que pasaban, de los nevazos
que caían, del peso de las canastas de ropa, de los madrugones para tener sitio
para poder tender, las idas y venidas desde el pueblo al lavadero, un día tras otro…
en fin, que les voy a contar. Ya más
tranquila me explicó detalles de cómo lavaban.
Julia me explicó que se echaban dos
días en lavar la ropa. El primer día iban con la ropa en una canasta y al
llegar al lavadero se ponían mano a la obra a base de restregarla en la piedra
inclinada de cemento, la que presentaba una serie de resaltes paralelos entre
sí a todo lo largo de ella; en Segura le
llaman `losa´.
El nombre de `losa´ le viene cuando en un
principio era necesario únicamente una corriente de agua a la que se
podía acceder con facilidad y una piedra plana o `losa´, donde frotar la ropa.
08_ Interior del lavadero público de Santiago de la Espada, aquí la losa tiene una disposición doble: plana y rugosa.
Cuando se terminaba de lavar, si ese día hacía sol, se extendía la ropa en unos cambrones o sobre zonas del prado, y al atardecer se regresaba a la casa con la ropa aún húmeda en canastas, lo que suponía doble peso. Esa noche, ya en la casa, se vertía lejía sobre ella.
- El Cambrón
Es un arbusto que en el libro “Vocabulario del nordeste andaluz. El habla en la Sierras de Segura y Cazorla” (A. Faustino Idáñez de Aguilar), se dice: ``Mata de ramaje bajo y espeso y hojas pinchosas que se extiende por el suelo y abunda en tierras altas [Erinacea anthyllis (Onsares, Siles, Peguera del Madroño, Casas de Carrasco, Santiago de la Espada)] y que en algunos lugares la denominan irónicamente cojín del pastor´´
- La lejía de ceniza
Haciendo un inciso, a la lejía le llamaba “recuelo”. Se hacía a base de echar ceniza sobre un cubo de agua (La proporción adecuada para una lejía concentrada, era una parte de ceniza y cinco partes de agua). Posteriormente se calentaba, se removía y a esperar a que se enfriara. La ceniza se posaba en el fondo del cubo obteniéndose una disolución de óxido de potasio de color amarillento, que una vez colada, estaba ya dispuesta para su uso.
- El jabón
EL jabón que se utilizaba era casero, se hacía con aceite usado, sosa cáustica y pez.
La pez es un material producido a partir de la destilación de la resina de árboles, especialmente pinos, que se usaba tradicionalmente para diversas tareas de impermeabilización, especialmente en barcos de madera. Durante siglos, fue uno de los complementos fundamentales en las humildes economías de las zonas serranas.
- Los asores
A la mañana siguiente, vuelta al lavadero, se aclaraba la ropa y se tendía al sol. A veces le salían a la ropa unos `roales amarillos´ por la mala aplicación del jabón, a los que las segureñas les llamaban `asores´ y servían para reírse de las compañeras gritándole: ¡vaya asores que tienen las sábanas!
A las ropas blancas para aumentar su blancura, una vez secas por la acción de los rayos solares, las rociaban con frecuencia con agua limpia. Esto tiene su fundamento en la acción blanqueadora que proporciona la evaporación rápida del agua. Si esta operación se repetía, el blanqueo era mayor.
- El cañete
Para el secado de la ropa, en la parte trasera del lavadero había una zona que solía estar siempre verde y que le llamaban `el cañete´. Las mujeres se iban de madrugada para pillar sitio y así poder tender. También usaban unos cambrones que existían un poco más arriba en la solana.
Esta zona verde es debida a la humedad que allí existe, pues se encuentra justo encima del nacimiento del agua del lavadero. Además como las mujeres para blanquear la ropa espolvoreaban agua sobre las sábanas, p.e.j., esto hacía que la humedad del prado se mantuviera, permaneciendo todo el verano verde y frondosa.
Como colofón, Julia decía que se había penado mucho, pues tampoco había agua en las casas y además tenían que ir a por ella con cántaros a la fuente de la plaza. Ah, las familias pudientes, tenían sirvientas que hacían estos menesteres.
3.2.
Conversaciones con mi amiga Paca.
Primero quiero decir que Paca
Jiménez Muñoz es de Villamanrique, en el Campo de Montiel, en la provincia de
Ciudad Real, lindando con las sierras de Segura; la primera vez que contacté
con ella fue a través del blog de mi amiga Rosa (https://desdeelcampodemontiel.blogspot.com), pues le dejé un comentario a un
trabajo que había puesto en el susodicho blog,
con el título: `Historias de
las lavanderas y lavaderos de mi pueblo´, transcribiendo parte de lo que me
contestó: ``… Yo soy una persona normal y
corriente, humilde porque por suerte o desgracia no fui ni al colegio, entonces
muchas palabras de las que digo pues son de las que tengo acumuladas de las
personas mayores, de las que yo he convivido y aún siquiera sé lo que quieren
decir, por supuesto, pero que son de aquellos tiempos que sí que se hablaban…”
Paca, en este artículo,
escribía: ``… Villamanrique es un pueblo,
del Campo de Montiel, pequeño y bonito, con mucha historia y solera, por eso yo
les cuento la historia de lavaderos y lavanderas.
Lo
que les voy a explicar, al tiempo que sucedió, allá por los años 55 - 60.
Siendo
yo muy niña recuerdo que en mi pueblo escaseaba el agua, no había red de agua
corriente en las viviendas ni tampoco red de alcantarillado, solo había
una Fuente en la Plaza principal del pueblo, con dos caños a los que
les bautizamos como “el caño Gordo” y el otro “el Ruin”.
Había también
dos pilares denominados El Pilar Viejo, que tenían dos caños,
un caño normal y el otro un caño con un chorro diminuto. Y otro pilar era
el llamado del Pilarillo, este también tenía dos caños pero eran de pena,
dos chorros diminutos y uno a veces se cortaba y no salía agua, de manera
que cuando queríamos llenar el cántaro de agua, había que pedir la vez para
saber cuándo te tocaba, de forma que al día podíamos llenar unos tres cántaros
de agua…
Como
el líquido preciado era tan escaso, de tanto ajetreo de idas y venidas, las
mujeres acudíamos a los lavaderos y allí nos defendíamos mejor para el lavado
de las ropas, su tendido y secado.
Los
lavaderos eran muy apreciados y concurridos por todas las mujeres y
empiezo mi relato por el lavadero de los Pozos de Peña Gorda, que
están al pie de la Sierra...´´
Mi amiga Paca, sigue relatando con gran detalle los pozos,
arroyos y lavaderos que había en su pueblo y en los alrededores: el Pozo
de Tremedal, el de Román, el de la hermana Dolores, el de la Alegría... y al
final describe cómo se lavaba la ropa, lo que transcribo:
``…Ahora
aprovecho para deciros cómo se lavaba la ropa, la piedra era una losa llana y
hermosa y alrededor hacíamos un rondo de piedras pequeñas sobre la tierra para
evitar que la ropa diera con la tierra, se le daba un” ojo de jabón” a
toda la ropa blanca y la íbamos dejando sobre aquellas piedras y cuando ya estaba
toda enjabonada se echaba el remojo y empezábamos otra vez a restregar y
zapatear, otro buen ojo de jabón y a la horma y después tender, con jabón
se regaba unas tres veces y después vuelta a quitar ese ojo y lo que
estaba bien se ondeaba con un agua de azulete y a tender en las matas de
los chaparros para secarse, y la que al sol no había quitado las manchas, otra
vez jabón y al sol. Ni que decir tiene que cuando se terminaba la faena
había que fregar los cubos para volver a echar la ropa ya limpia. La
limpieza de los cubos era muy curiosa porque se hacía con un puñado de hierbas
secas y un puñado de tierra del suelo, se restregaba y se enjuagaban con agua y
quedaban tan limpios que parecían de plata, este detalle era muy apreciado por
las lavanderas de verdad, y otro detalle era llevar el mandil bonito y
planchado durante el trayecto a los pozos y una vez allí se cambiaba el mandil
por otro de pana, dejando a buen recaudo el primero con mucho decoro y esmero,
junto a la merienda, o bien en un árbol u oliva colgado para evitar que
las hormigas no se metieran en la comida. La comida se decidía con mucha
armonía y respeto a las mayores que lo decidían a la voz de “Venga muchachas
vamos a comer”, formándonos en corro, sacábamos la merienda y nos disponíamos a
comer que por lo general casi todas llevábamos lo mismo, unos pimientos fritos,
un huevo y una sardina salada y el postre no se estilaba porque solo había un
puñado de aceitunas de las que endulzábamos, o un hilo de uvas el que tenía
viña, o un melón… y termina.
Hasta
aquí es cuanto recuerdo de modo generalizado sobre los lavaderos y el modo de
vida de las lavanderas, solo me queda agradecer con mucho cariño y respeto a
las que fueron mis compañeras en la adolescencia y a cuantas ya nos dejaron para
pasar a mejor vida, agradecerles su enseñanza y sabiduría para tales menesteres
y por todo lo compartido con ellas, su ayuda entrañable en estas tareas, su
bondad y buen trato que nunca olvidaré, y a quienes rindo un merecido homenaje
con estas historias... pedir disculpas si la narración no es lo más correcta,
he mantenido el léxico que se utilizaba entonces y las palabras a
veces desconocidas o raras pero fácil de entender, espero que sabréis
disculpar…´´
Del relato de Paca solo me
queda decir ¡menos mal que no fue a la escuela! Sin comentarios.
Como
conclusión a las conversaciones con Julia y Paca, me queda tan solo decir, que
hoy en día los foráneos nos acercamos a estos lavaderos y los consideramos como
una atracción turística más de los pueblos o ciudades que visitamos, pocas
veces nos paramos a pensar el verdadero significado del estos lugares. Estos
lavaderos fueron durante mucho tiempo el único sitio donde las mujeres podían
reunirse libremente sin estar bajo la mirada y tutela de maridos y padres.
Aquí, aunque estaban realizando uno de los trabajos más duros atribuidos a las
mujeres, podían hablar de sus cosas, contarse sus penas y alegrías,
pasar un rato agradable con sus vecinas… Eran lugares de socialización y
esparcimiento y aunque llegaran a sus casas hechas polvo del trabajo realizado
volvían con el ánimo ´curado´ para poder aguantar otra jornada de trabajo en
casa o en el campo, trabajos que como el de las lavanderas tampoco estaban
reconocidos.
En este punto vamos a visitar las localidades de: Benatae, Siles,
Torres de Albanchez y La Puerta de Segura, que se encuentran dando vista al
valle del río Guadalimar; también hemos incluido Orcera, aunque esta localidad se
puede considerar también ubicada en el valle del río Trujala, al dar vista a
ambos valles.
- Ubicación.
El lavadero se encuentra en
el paraje del `Convento´ en la carretera que va dirección a Benatae, junto a la
plaza de toros y a la fuente que los lugareños llaman de `La Peña´, de cuyas
aguas se abastecen los pilones.
En su ubicación, hemos
hecho referencia a la fuente de `la Peña´ y al `Convento´, lugares que
resaltamos por su importancia e historia.
- La
Virgen de la Peña.
En la iglesia parroquial
de la Virgen del Collado en Segura de la Sierra, existe una escultura de la Virgen de autor anónimo del
siglo XIV, de estilo gótico, en alabastro policromado sobre un capitel árabe.
Esta imagen procedía del antiguo monasterio – convento franciscano ya
desaparecido: `Santa María de la Peña´ en el pueblo de Orcera. De su
procedencia hay varias versiones. Una de ellas es que se le apareció enterrada
a un hortelano cuando estaba labrando la tierra cerca del manantial y de ahí su
nombre de “la Peña”. Otra, que creo que
es la más verosímil, que llegó con las
tropas cristianas que conquistaron la plaza a los moros y se quedó en la
ermita. De esto ya hay referencia con la Virgen de la Antigua que se venera en
la Catedral de Jaén y que traía consigo Fernando III el Santo cuando conquistó la
ciudad.
12_Vista desde el lavadero: Plaza de toros y monolito de la
Virgen de la Peña.
- Monasterio
– convento franciscano de `Santa María de la Peña´
Este convento estaba en el solar que actualmente
ocupa la plaza de toros de Orcera y que sus piedras sirvieron para hacer esta.
Su fachada se recuperó y, en 1817, se trasladó y colocó en la fachada de la
iglesia parroquial Nuestra Señora de la Asunción de Orcera.
Este convento se funda en la primera
mitad del siglo XVI, en el reinado del emperador Carlos, y a impulsos de su
esposa Isabel de Portugal, se erigió un
convento situado a extramuros del lugar de Orcera a una distancia de medio
cuarto de legua, donde hay una fuente. Se dispuso que el convento fuera regentado por
los frailes observantes de nuestro padre
San Francisco con el título de convento o monasterio de Nuestra Señora de la Peña o Santa María de la Peña.
En este lugar inicialmente existía una
ermita, en la que Dña. Mencía de Figueroa, madre de Jorge Manrique, estuvo
enterrada y hasta 1531 no se transformó en monasterio. Sobre la ermita hay unas
anotaciones en los Libros de Visitas de la Orden de Santiago, donde aparece
recogida una descripción del edificio y sus posesiones. Como datos curiosos
en 1507 los visitadores de la Orden de Santiago ordenaron al
mayordomo de la ermita cercar una huerta y que comprase una casulla nueva.
- El lavadero en imágenes
En Benatae existen dos lavaderos públicos, uno, al que los lugareños denominan: `el antiguo´ (la Fuente del Destajadero) y otro, `el moderno´ (la Fuente de los Cinco Caños), situados entre sí unos 200 metros y próximos al cauce del arroyo de la Fuente.
17_Ubicación de los lavaderos públicos en
Benatae
- El antiguo, o el de la Fuente del Destajadero
Este lavadero está formado
por dos espacios, uno techado, que
protegía a las lavanderas de las inclemencias del tiempo, tanto de la lluvia, como
de la solanera y del frío, pues tenía sus muros cerrados hasta cierta altura
para evitar las corrientes del aire, ya que las mujeres tenían que lavar de
rodillas, y otro, anexo a él, sin cubrir.
El primero, dispone de tres pilones y veintiséis losas, y el segundo, de tres pilones y veinte losas. El agua procedía de una fuente que brotaba justo en el paredón del lavadero sin cubrir; para tender la ropa, usarían el prado que se encuentra alrededor.
20_Lavadero `antiguo´ o de la Fuente del Destajadero, sin techar
Estos lavaderos fueron
remodelados en el verano del 2011, según se puede apreciar en las imágenes que
se adjuntan.
- El moderno o de la Fuente de los Cinco Caños
El conjunto está formado por una
fuente con cinco caños, de ahí su nombre, y un lavadero anexo cubierto, que aloja en su interior una fila de veinte
losas con sus correspondientes pilones individuales, diez a cada lado y con una
canal intermedia, que permitían a las mujeres poder lavar sin ponerse de
rodillas, al contrario del lavadero antiguo.
El lavadero se encuentra en la bifurcación de los caminos que se dirigen
al embalse y a la ermita del San Roque, y
próximo a un abrevadero. Ocupa la mitad de un edificio de una sola planta con cubierta
de teja árabe. Se dispone en su interior de diez losas o piedras y pilones individuales,
y está diseñado de tal manera que las
mujeres puedan lavar de pie. Debe de haber sufrido una remodelación no hace
mucho tiempo, y creo que debería ser el
doble de grande, ocupando todo el edificio, que en la actualidad está utilizado
como almacén de maquinaria y enseres.
26_Ubicación lavadero fuente del Cascajo en
Siles
27_Exteriores del paraje Fuente del Cascajo
28_Interior del lavadero
En la fachada del edificio, cuelga una banderola con un poema titulado
``AÑORANZAS´´. Su autor es Francisco
Zamora Garrido, ilustre médico y cirujano, nacido en
Siles, y forma parte de su libro titulado ``Si supiera escribir´´, y que transcribo:
AÑORANZAS
Añoranzas de otros tiempos,
que dan vida a los recuerdos,
añoranzas de la vida,
en el sosiego del pueblo.
¡Cómo olvidar esos días
de soliloquios silenciosos!
la vuelta de los pastores,
por caminos polvorientos,
las esquilas, los cencerros,
y el ordeño de las cabras
con las ubres al completo.
El juguetear con los perros,
y en la tarde del estío,
y llevar la burra al agua,
sobre ella montando a pelo.
El dormir sobre mieses,
en las eras de la trilla,
sin
más cobijo ni techo
que el estelar firmamento.
A la caída de la tarde,
la sinfonía del silencio,
con el sol que ya se acuesta,
entre arreboles de fuego,
y la luna en el relevo.
La llamada
a la oración
en las campanas del templo,
al Angelus
vespertino
que invita al recogimiento.
¡Tantas
costumbres de antaño,
con el
tiempo ya se fueron…!,
Eso…,¡que
ya tanto añoro!,
son recuerdos y, añoranzas,
de mi niñez en el pueblo.
4.4. El lavadero de
Torres de Albanchez
“…En
el pueblo había dos lavaderos públicos a escasa distancia; el que estaba debajo
de la Fuente Larga que, ante su falta de uso y pésimo estado, desapareció con
las obras de acondicionamiento del entorno; y éste, el más antiguo, que se modificó después,
elevando las pilas para poder lavar sin arrodillarse, cuando ya había empezado
el declive…” (Texto cartel Ayto.)
29_ Ubicación lavadero municipal junto a la Fuente Larga
30_ Vista panorámica del lavadero municipal
31_ Fuente Larga
32_Exterior del lavadero municipal
33_Interior del lavadero municipal
Cuando me planteé el
estudio de algunos de los lavaderos del valle del Guadalimar, daba por hecho
que en La Puerta de Segura no habría ninguno en la actualidad; no obstante,
pensé, que al igual que en otras
localidades con un caudal de agua tan importante que atraviesa la población, al
menos habría restos de losas en la ribera del río. Para informarme me puse en
contacto con un amigo mío vecino de La Puerta y persona muy conocedora de su
pueblo, D. Antonio Marín Alba.
Quedamos una mañana para
visitar las zonas donde se ubicaba antiguamente uno de los lavaderos en la
ribera de río, frente a una noria, y debajo justo de donde estuvo la antigua plaza
de toros de la Puerta; pues bien, ni de los lavaderos, ni de la noria, y menos
aún de la plaza de toros, quedaban huellas algunas.
A la vista de esto último,
me invitó a ir a su casa, por cierto, se ubica en el barrio antiguo con unas
vistas espectaculares del pueblo y de la Sierra; cuando llegué me quedé como
dirían los modernos “pasmao”, no daba crédito a lo que contemplaba: ¡UN MUSEO!,
con miles de objetos que formaban parte de la vida cotidiana entre los años 50
a los 70 de las tareas agrícolas, domésticas…, perfectamente clasificados y que
ocupaban toda la planta superior de la casa.
Así que, con permiso de
Antonio, dejo aquí constancia de este museo en toda regla, que creo no se
debería de perder pues tiene detrás un trabajo y dedicación encomiable, tanto
de él, como de su esposa.
34_
35_
36_
Ya de vuelta, y como su
museo continúa en su pc portátil, revisó las fotografías antiguas de su pueblo
y aquí estaban las imágenes del lavadero, que me han permitido completar el
estudio que inicié del valle del Guadalimar.
37_
La foto aérea que forma parte de esta diapositiva, está
realizada por un paisano de La Puerta que tenía una avioneta y de vez en cuando
pasaba por su pueblo y lo fotografiaba, así que gracias a él hay numerosas
fotografías tomadas en épocas diferentes en las que se puede observar la
evolución de la población.
38_
39_
40_
Bibliografía:
- `El lavadero público en Murcia. Aportación al conocimiento de la arquitectura del agua´ de José Antonio Melgares Guerrero.
- `Historias de las lavanderas y lavaderos de mi pueblo´ Blog: DESDE EL CAMPO DE MONTIEL. https://desdeelcampodemontiel.blogspot.com/
Agradecimientos:
- A Antonio Marín Alba, de La Puerta de Segura, a Paca Jiménez Muñoz, de Villamanrique (C. Real), y a Julia, mi vecina del barrio de la Puerta de Orcera, por sus valiosas aportaciones a este trabajo.
- Trabajo de campo, fotografías, textos, dispositivas y maquetación: Miguel Mesa Molinos. ©mmesa
Excelente trabajo y qué bien cuidados están los lavaderos. Así debería ser en tantos pueblos que ves como se abandonan, una pena pues el pasado es de todos, gracias por mostrarlos
ResponderEliminarGracias por su comentario. A lo largo de estos últimos años a través de ayudas de la Unión Europea canalizadas por la Junta de Andalucía, como es el proyecto de: “Renovación y desarrollo a poblaciones rurales”, y también a través de planes de empleo rural de diversos ayuntamientos, que se han empleado en restaurar estos inmuebles, se han recuperado un gran número de ellos, aunque quedan multitud en pequeños núcleos, como son las cortijadas, que están esperando estas acciones como “agua de mayo”. Menos da una piedra. Un saludo.
EliminarBuenos días amigo Miguel, quería darte las gracias en nombre de Julián, porque así me lo ha pedido. Decirte que él lo pintó de memoria puesto que fue muchas veces con su madre a llevarle las canastas de ropa. Y lo siguiente ya es mío, porque tengo más años y por el tiempo que llevo viviendo aquí, y porque resulta que era más fácil derribar un lavadero que arreglarlo, esto con matices. Si algún día vais por Fuenllana acercaros a ver el lavadero de las monjas y de camino daros un paseo por un pueblo buen cuidado y si te llegas al monasterio pregunta por su alcalde que gustosamente te lo enseñará.
ResponderEliminarAsí que te agradezco que saques la “memoria “ de este lavadero y más adelante, te animo a que sigas con fuentes, eras y porqué no cortijos, norias…patrimonio que duerme en muchos casos en la deriva del olvido
Siempre es un placer leerte, gracias.
Buenos día amiga Rosa, en primer lugar Julián no tiene que darme las gracias, pues su “trabajo” me ha dado pie a iniciar esta nueva aventura que llevaba durmiendo el `sueño de los justos´ mucho tiempo.
EliminarSobre ir a Fuenllana lo dejo para este verano d.m.; seguiré las indicaciones que me dices. Del patrimonio olvidado, qué te voy a decir que tú no sepas y que no hayas sacado a la luz caminando por ese Campo de Montiel que tanto quieres. Seguiremos poniendo nuestro grano de arena dentro de nuestras posibilidades y escasos conocimientos. Un abrazo y buen día. Tu amigo Miguel.